Después de la firma del cese al fuego entre la guerrilla de las FARC-EP y el gobierno de Colombia, la vida de este grupo armado ha cambiado. Ahora los días y las noches son tranquilas, los campamentos son más estables y el tiempo que antes era utilizado en estrategia de guerra, está siendo utilizado para fortalecerse en la transición de las armas a la vida política. En la época del Plan Patriota iniciado en el año 2004 y que contaba con 17.000 militares para desarticular este grupo armado, todo esto bajo el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, la arremetida militar les obligó a mejorar sus estrategias tanto en el combate como en la misma forma de vivir, entre ellas: no dormir en los mismo lugares, tender sus caletas (casas para dormir) de una forma que en cualquier bombardeo o desembarco no demoran más de un minuto en recogerla, no dejar rastro alguno en sus largas avanzadas, no hablar, no prender cigarrillos ni mucho menos linternas después de las 18:00 pm y por supuesto internarse en las selvas más inhóspitas de las regiones. El Frente 15 perteneciente al Bloque Sur no es la excepción; los combates y asaltos fueron una situación del día a día, tanto así que el Ejercito Nacional pudo llegar hasta la profundidad de la maraña tras la guerrilla, por supuesto dejando cientos de muertos de un bando y del otro y dejando a la población civil en medio de una lucha armada que lo estigmatizó, le obligó a desplazarse y desprenderse de lo único que los unía: la tierra.
Hoy el panorama es distinto tanto en el campo como en la selva, no se ha vuelto a escuchar tiros de bombardeos , helicópteros o enfrentamientos entre el Ejército Nacional y las FARC. Cuando llegan las horas de la noche, la única forma de alumbrar son unas linternas que se ponen en la cabeza a la cual ellos y ellas llaman “sapitos”; la noche se pasa en sus caletas y está siendo utilizada para el estudio de los puntos del acuerdo de la Habana, lecturas de libros de economía, política, historia y comunismo. Las armas están pasando a un segundo plano, el proceso de paz es el tema de conversación diaria, el paso a la dejación de armas y convertirse en un partido político les acapara el tiempo en vez de sus fusiles. La luz de la luna de vez en cuando entra en medio de los frondosos arboles a iluminar el campamento, y cesan las linternas, cada guerrillero o guerrillera va hacia su caleta en las cuales se ocupan en tareas como leer, escuchar la radio, escribir y dibujar. Al poder conversar con muchas de las personas integrantes cuentan historias de guerras, del tiempo que no han utilizado armas y del cómo podría ser la vida en lo civil.
En reiteradas ocasiones aseguran que dejar el combate les ha permitido crecer en conocimiento. Los debates continúan en las reuniones de partido que se hacen periódicamente, es un deber de todos y todas estar al tanto de los avances de los acuerdos, la hora cultural se realiza muy temprano, siendo este el espacio donde se entonan cantos e himnos de revolución; la cultura se ha convertido en fundamental, los tiempos de dormir tranquilos han llegado. El “churuqueo” (sonido hecho con la boca para similar a un mico), da el despertador a las 4: 30 am, los guerrilleros ordenan sus caletas, toman tinto y se disponen en el salón de estudio a cantar canciones de revolución mientras llega la luz de un nuevo día.